Los protagonistas del filme son veteranos de Vietnam que invadieron el país, mataron y murieron en nombre de una democracia que, hoy, sigue dando muestras de no tenerles demasiado en cuenta. Todos vuelven al lugar que arrasaron para tomar «lo que es suyo» y creen que les pertenece: un tesoro que es, a su vez, una vuelta de tuerca a uno de los conceptos más debatidos de la campaña de Trump en las presidenciales.
Madrid, 15 de junio (ElDiario.es).- En 1989, Spike Lee rodaba el homicidio de un joven negro a manos de la policía en Haz lo que debas. La muerte de Radio Raheem se convertía en un suceso que, en la cinta, prendía la chispa de una revuelta. Dos años después, en el mundo real, cuatro agentes le propiciarían a Rodney King una paliza. King no murió, pero la violencia del ataque que sufrió provocaría disturbios por todos Los Ángeles en protesta por el racismo y la brutalidad policial. Volvería a pasar con Eric Garner. Ha vuelto a pasar con George Floyd.
Las historias sobre racismo sistémico en Estados Unidos se repiten hasta tal punto que sería razonable pensar que el cineasta de Atlanta, cuya obra se vertebra en gran medida en la denuncia de dicho racismo, pudiera estar ya extenuado de tanto alzar la voz en un Hollywood que gusta de hacer oídos sordos. Pero nada más lejos.
Con Da 5 Bloods, Spike Lee vuelve al ataque con una película que narra el reencuentro de cuatro veteranos de Vietnam, que vuelven al país del sudeste asiático en busca de un tesoro que dejaron enterrado allí años atrás. Premisa de lo que pronto se descubre como un homenaje a los soldados negros que murieron en aquella guerra y a los que volvieron de una pieza solo para descubrir, atónitos, que su país seguía tratándoles como ciudadanos de segunda.
LAS HERIDAS DE LOS COMBATIENTES NEGROS EN VIETNAM
Como viene siendo habitual en las últimas películas de Spike Lee, la conexión con la realidad, el peso del hecho histórico tras la denuncia enarbolada en la ficción, se produce con rapidez y contundencia. En 2017, su documental Rodney King arrancaba con la llamada real que efectuó a urgencias la persona que encontró el cuerpo de King flotando en una piscina. En 2018, Infiltrado en el KKKlan abría con imágenes de Lo que el viento se llevó, que recientemente protagonizaba una polémica a raíz de su momentánea eliminación del catálogo de HBO Max por su contenido racista. En ambos casos funcionaba casi como una advertencia para incautos: este cine no va de ficciones alienadas ni analgésicas, va de denuncias directas a un sistema que hace aguas.
Lo primero que vemos en Da 5 Bloods, de hecho, es una entrevista real en la que Muhammad Ali protestaba contra la guerra de Vietnam en el 78. Acto seguido, imágenes de manifestaciones, discursos de Martin Luther King, y grabaciones de ataques en suelo vietnamita acaban por ponernos los pelos de punta. Solo entonces conocemos a los protagonistas de este relato, cuatro hombres que ya peinan canas y se reencuentran felizmente en un hotel de Hanói.
Los protagonistas de Da 5 Bloods son veteranos de Vietnam. Invadieron el país, mataron y murieron en nombre de una democracia que, hoy, sigue dando muestras de no tenerles demasiado en cuenta. Aunque ellos crean que sí, como es el caso del personaje interpretado por Delroy Lindo, negro y trumpista que viste orgulloso una gorra de Make America Great Again. Todos vuelven al lugar que arrasaron para tomar «lo que es suyo» y creen que les pertenece: un tesoro que es, a su vez, una vuelta de tuerca a uno de los conceptos más debatidos de la campaña de Trump en las presidenciales.
Más interesado en reflexionar sobre la posición de la comunidad negra frente al concepto de patria por el que muchos de ellos se dejaron la piel, Da 5 Bloods se desenvuelve desigualmente en múltiples campos. No se decide a ser filme bélico ni suerte de secuela espiritual de Miracle at St. Anna, del propio Lee. Tampoco un drama racial, blaxploitation selvática, comedia de colegas ni película coral de acción. No acierta en el tono, ni parece preocuparse por desarrollar con aplomo los arcos narrativos de redención de cada uno de los protagonistas. Cayendo, en ocasiones, en cierta pereza narrativa al tratar emociones del todo sonrojante.
Pero, con todo, se mantiene firme como aproximación a un sentir generacional: el de la generación a la que pertenece el mismo Spike Lee. Un realizador nacido en el 1957 y hoy situado en primera línea de las manifestaciones, a pesar de sus 63 años, exigiendo unos derechos y una igualdad por la que llevan años desgañitándose.
En su anterior largometraje, la brillante Infiltrado en el KKKlan, Lee convertía a David Duke —histórico líder del Ku Klux Klan que felicitó a Vox por su resultado en las elecciones andaluzas— en un personaje esencial para deshojar el conflicto al que se enfrentaba su protagonista. Aquí convierte en un personaje más a Trịnh Thị Ngọ, quien fuese también conocida como Hanoi Hannah, locutora de radio durante la invasión. En Da 5 Bloods ella se convierte en la única conexión de los soldados con el país que los ha enviado a la selva a morir. La voz gracias a la cual se enteran del asesinato de Luther King, ferviente opositor del despliegue norteamericano en Vietnam.
En esa trinchera, en ese espacio oscuro en el que los protagonistas tienen que lidiar con su identidad racial, sentimiento de pertenencia a una comunidad, lealtad a unos principios y búsqueda de sentido al conflicto bélico, es donde Da 5 Bloods juega su mejor baza. El resto podría bien describirse como fuegos de artificio.
CINE DE DENUNCIA COMO FESTIVAL REFERENCIAL
Fuegos de artificio, decíamos, que no por más obvios resultan menos divertidos. Al fin y al cabo, Spike Lee lleva tanto tiempo discurriendo sobre los mismos mimbres que es lógico, y hasta se diría que sano, que se permita la fuga por placer.
Así, Da 5 Bloods es otra muestra de severo cine militante, sí, pero también es una celebración hedonista. Un festival referencial en el que Spike Lee pica de donde le apetece, celebrando el cine como espacio para el diálogo social y artístico a partes iguales.
La sombra de El tesoro de Sierra Madre se extiende sobre el desarrollo de la trama, tendiendo puentes entre el choque de voluntades individuales al que asistíamos en el clásico de John Huston y el que vemos en esta cinta. También asoma una intención de despojar de épica el legado de Apocalypse Now, y se puede leer cierta preocupación por investigar el duelo, las heridas no cerradas de la guerra y las despedidas malogradas como lo haría, por ejemplo, Richard Linklater en La última bandera.
Sin olvidar conatos de humor y camaradería masculina al más puro estilo del Soderbergh de la saga Ocean’s. Incluso guiñando el ojo a los fans de The Wire con el rol de Clarke Peters —eterno Lester Freamon—, y con la mítica proclama de Isiah Whitlock Junior. Aunque si quieren ver qué queda del senador Clay Davis y sus improperios, deberán quedarse hasta el final de los créditos.